Benedetti: el oficio de escribir

14/09/21


Bautizado con cinco nombres familiares, según la tradición italiana, el 14 de setiembre de 1920 nace en Paso de los Toros Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia, quien después sería el reconocido escritor Mario Benedetti.
En su infancia se traslada, junto a su familia, a Montevideo. Allí realizará estudios primarios en el Colegio Alemán y secundaria incompleta en el Liceo Héctor Miranda.
A los catorce años se insertó en el mundo laboral desempeñando tareas como vendedor, cajero, taquígrafo y contable hasta que en 1941 comienza a desempeñarse como funcionario de la Contaduría General de la Nación.
 En esa época se integra al semanario Marcha donde comienza su actividad literaria, conjuntamente con otros/as intelectuales y escritores/as de la época como Juan Carlos Onetti, Carlos Quijano, Idea Vilariño, entre otros/as.
Integra la Generación del 45, conocida también como la generación crítica. En 1945 publica su primer libro de poemas titulado La víspera indeleble, al que le siguen una larga lista de publicaciones en todos los géneros literarios: Novela, Cuento, Ensayo y Drama.
Tras el Golpe de Estado en 1973, se exilia hasta el regreso de la democracia donde continúa su labor como crítico y escritor hasta el final de sus días, el 17 de mayo del 2009.


Arte poética


Que golpee

hasta que nadie

pueda ya hacerse el sordo

que golpee y golpee

hasta que el poeta

sepa

o por lo menos crea

que es a él

a quien llaman.


Contra los Puentes Levadizos (1965-1966)
 

 

El Otro Yo


Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando, corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo. Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehízo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado. Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó. Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable». El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.


Cuentos completos (1944)
 

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Autor/Fuente: ARC

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